“Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús” (Lucas 23.26).
Cuando Él dio Su vida, ¡lo hizo para que tú no perdieras la tuya!
Se supone que Cristo murió sobre una 'crux imissa.' ¿De qué altura era? Los Santos Padres aseguran que la cruz de Cristo era más alta que la cruz de los ladrones que fueron crucificados con el Salvador. A causa de la altura, el soldado no pudo alcanzarle a Cristo la esponja embebida en vinagre con la mano, sino que tuvo que usar una caña (Mt. 27:48; Mc. 15:36; Jn. 19:29). Hay quienes piensan que la cruz era de 15 pies de altura (450 cm.).
Los reos llevaban el palo horizontal o patibulum, que pesaba unos 50 kilogramos, a la espalda y atado a los brazos del reo extendidos en cruz. Seguramente Jesús fue atado con los otros dos condenados. Si el reo caía de cara, no podía usar las manos para amortiguar el golpe: lo amortiguaba con el rostro y con las rodillas.
La crucifixión produce un efecto muy grave también sobre la respiración. El peso del cuerpo tirando hacia abajo produce un efecto de asfixia, porque no se puede expulsar el aire. Por lo tanto, si no se cambia de posición, se produce la asfixia.
Para evitarla, el crucificado debe cambiar de posición, apoyando todo el peso sobre el clavo de los pies para conseguir una elevación suficiente que le permita expulsar el aire viciado. Pero esta posición supone un esfuerzo sobrehumano por lo que, inmediatamente, debe dejarse caer con lo que, a los pocos momentos, vuelve la asfixia.
La tradición llama al soldado Longinos, que es “lancero” en griego. Los lanceros romanos aprendían a manejar la lanza con la izquierda, pues eso permitía en el cuerpo a cuerpo atacar al enemigo por la derecha, que no está tan protegida por el escudo como la izquierda. Eso explicaría por qué la lanzada pudo ser tan profunda, porque fue hecha por un profesional.
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