La dramática forma en que el Cristo reprende a Satanás en esta última tentación revela cuán profundamente entendía las implicaciones de no ajustar su vida a la palabra de Dios. No estaba dispuesto a postrarse delante de ningún otro dios, ni tampoco a que otros «dioses» impusieran sobre él sus prioridades. Satanás se retiró de la escena de la batalla, aunque no vencido. Volvería en otras oportunidades para invitar al Cristo a reconsiderar su decisión de avanzar con paso firme hacia la cruz. El relato de Mateo 16 expone cómo utilizó a Pedro para tratar de disuadirlo. Y no dudamos que también participó en la intensa batalla que se libró en Getsemaní. En aquella ocasión, en que la cruz era inminente, Jesús confesó estar angustiado hasta el punto de la muerte. Aún en estas condiciones, sin embargo, no claudicó.
La lección de esta tentación es que no existen caminos alternativos para conseguir lo que Dios nos ha prometido. Existe un solo camino estipulado, y cualquier desviación traerá las más serias implicaciones espirituales. La vida de Saúl es la que mejor ilustra este principio. El rey se consideró con libertad para «modificar» las instrucciones que Dios le había dado con respecto a Agag (1 Samuel 15). No solamente le costó el reino, sino que también significó el principio del fin de su propia vida espiritual. Las palabras del profeta Samuel (1 Samuel 15:22–23), aún hoy, golpean como martillos:
¿Se complace Jehová tanto en holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la voz del SEÑOR? He aquí, el obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grosura de los carneros. Porque la rebelión es como el pecado de adivinación, y la desobediencia, como iniquidad e idolatría. Por cuanto has desechado la palabra del SEÑOR, Él también te ha desechado para que no seas rey.
Jesús deja en claro que no existen los atajos en la vida espiritual. No obstante, miles de cristianos quieren obtener la bendición de Dios recorriendo un camino de liviandad y poco compromiso con su Palabra. Confunden los momentos de euforia que experimentan en las reuniones con la verdadera plenitud de vida que Dios ofrece a los suyos. Pretenden que, con la imposición de manos, alguien pueda impartirles una vida de compromiso sin pagar el precio de la disciplina diaria que tal vida exige.
Evitar ser seducido por las ofertas del diablo requiere de nosotros un profundo conocimiento de la Palabra. Este conocimiento debe ir de la mano de una sensibilidad al Espíritu que permitirá que él guíe y corrija nuestras vidas. Todo esto no tendrá valor si no llegamos al punto de creer que la vida espiritual no es posible salvo en absoluta sumisión a las instrucciones del Padre.
Christopher Shaw, “Dios en Sandalias”.